... “Pregúntale al río por qué desde el manantial
que le da vida corre al mar, y al mar va a morir... te dirá que lo arrastra un
poder que no puede describir... un poder que no puede resistir”.
Nemorino, en
ópera L’ elisir d’ amore (G.
Donizzeti)
S
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i una
persona (niño, joven o adulto) pasa de morder un simple lápiz a morder su piel
¿señal de alerta? Pese a que es algo común, la dermatofagia nunca ha sido
descrita en la literatura médica y es algo sobre lo que la gente no habla muy
seguido, probablemente por vergüenza. Pero también es porque es un trastorno
que la gente considera inofensivo y que no requiere tratamiento. La mayoría de
las personas que se muerden a sí mismos no buscan ayuda profesional, muchos
crecen y lo olvidan, a la mayoría no le causa más problemas que transformar sus
dedos a unas pocas cicatrices a penas visibles.
E
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ntonces la dermatofagia
o el rascado cutáneo compulsivo
(impulsivo), es un trastorno del control del impulso, que se caracteriza por la
necesidad o urgencia por tocar, rascar, frotar, restregar, friccionar, apretar,
morder o excavar la piel, a menudo en respuesta a mínimas irregularidades o
defectos, o a la presencia de zonas afectadas por acné discreto.Lo anterior es
realizado con uñas y/o herramientas accesorias como pinzas o agujas, siendo el
daño tisular de moderado a severo, con complicaciones como infecciones que
pueden llegar a la celulitis y a cicatrices
definitivas y deformantes, con el consecuente deterioro psicosocial. "No
es un trastorno extraño pese a la escasez de casos" escribieron los
dermatólogos psicosomáticos, Michael Scott Jr. y Michael Scott III (padre e
hijo) citan que "Rara vez se menciona en los textos de estudio". Cuando
se menciona en la literatura médica a la gente que muerde su piel (y ya paró
hace tiempo) se les dice "mordedores lobo", porque eso es exactamente
lo que hacen los lobos cuando están atrapados o molestos. Pero incluso esta
distinción tiene sus acusadores. Dermatólogos sugirieron que la dermatofagia
(literalmente "comer piel" en griego) da la falsa impresión que las
personas están comiendo su piel de forma regular.
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or otra
parte, existe otro trastorno similar llamado dermatilomanía, el cual la
literatura científica revela que las sensaciones de ansiedad y de tensión emocional
desencadenan estos episodios. Estos suelen dirigirse a una parte de la piel en
la que la persona percibe algún tipo de imperfección, siendo la cara el blanco
más habitual de las lesiones, si bien también se producen con frecuencia en la espalda,
en el pecho, en el cuero cabelludo o en las extremidades, especialmente en las
uñas y en las puntas de los dedos.
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stos
episodios pueden producirse de forma repetida durante la vida cotidiana, pero
también es posible que se dé sólo uno al día con una duración y una intensidad
muy elevadas. En general las personas con dermatilomanía se focalizan en una
sola parte del cuerpo, excepto cuando está muy dañada. Esta puede provocar
alteraciones graves en la piel, fundamentalmente daño en los tejidos afectados,
aparición de costras e infecciones que en ocasiones incluso alcanzan la sangre
(septicemia). La excoriación también puede dejar cicatrices o desfigurar la
piel, lo cual aumenta los fuertes sentimientos de vergüenza y culpa de las
personas con dermatilomanía. En el contexto de un trastorno o enfermedad
mental, el rascado puede darse como síntoma periférico de un trastorno del
ánimo, de ansiedad, de personalidad (en sus vertientes obsesiva y limítrofe),
en el retardo mental (ejemplo, síndrome de Prader-Willi) y en el síndrome de La
Tourette, entre otros. Como síntoma central, puede observarse en el trastorno
obsesivo compulsivo, en la dermatitis artefacta, en el trastorno dismórfico
corporal, en el delirio parasitario y en la dermatilomanía.
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n cuanto
tratamiento, se trabajan los pensamientos negativos y se reduce el ansia del
rascado, del pellizco y de la lesión de la piel. Existen dos tipos:
farmacológico y de comportamiento. El primero, como su palabra lo indica, es
con medicamentos, los antidepresivos, tanto tricíclicos como inhibidores
selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS); mientras que el segundo es a
través de terapias cognitivo-conductuales. Esta última es la que más le ha
ayudado a llevar la enfermedad, pues el tratamiento le ha enseñado a reconocer
qué situaciones activan el trastorno y qué puede hacer para controlar la
necesidad de pellizcarse.
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ara
dejar a la reflexión, qué asombrosamente raros somos los seres humanos. De
entrada, se diría que padecemos una incomprensible tendencia a la autofagia.
Esa necesidad que parecemos sentir de devorarnos a nosotros mismos resulta muy emocionante
y debe de tener algún significado, ¿pero cuál?
Autora
Isabel Londoño
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